El instinto humano precisa de amor, de protección, de anhelos. Todo y cuanto nos rodea es amor, rebosa felicidad, optimismo, alegría... desde lo más efímero hasta lo más grandioso. Cuando nos enamoramos canalizamos y materializamos ese amor y esa felicidad en una serie de requisitos que debe cumplir aquella persona amada, centramos todas nuestras ilusiones en ella, aparcando u olvidando el resto de cosas que nos hacían sentirnos bien antes de que esta persona llegara. Solo existe un centro, él o ella. Y todas nuestras ilusiones se canalizan en esas sensaciones, todas.
Deberíamos tener en cuenta que al encauzar todos nuestros sentimientos hacia alguien le sometemos a una gran presión, con esto no quiero decir que esta persona se encuentre presionada, (de hecho no tiene por qué darse cuenta tan siquiera). Lo que ocurre es que en nuestra cabeza y en nuestro corazón nosotros mismos recreamos esa presión, esa forma de amor, a nuestro modo, a nuestro parecer... Y claro, es realmente imposible que inconscientemente nuestro amado reaccione o actúe, sienta y piense de la misma forma que nosotros nos lo imaginamos en nuestro subconsciente... Es imposible que sus sentimientos se desarrollen a la misma velocidad y con el mismo grado de acción que los que revolotean dentro de nuestro estómago...
Y es aquí dónde reside la frustración, es aquí donde existe el dolor, la pesadumbre, el desvelo, EL MIEDO.
Todo esto ocurre porque nos olvidamos del resto de las cosas que nos aportaban felicidad antes de que todo comenzara. Es lógico pensar que una vez encontrado el amor no se necesita nada más...Pues no, eso es un gran error. Lo bonito del amor no consta sólo de lo que dos personas desean en un determinado momento, no es un dar y recibir. No debe existir un grado de posesión, una materialización. NO, rotundamente NO. Lo bonito del amor, a mi humilde parecer, es mucho más que eso... Sobretodo es incentivar a una persona para que ésta desarrolle su propio prisma amoroso hasta el punto en el que resulte brillantemente único, hasta que llegue compartir lo mejor de sí mismo. Sin trabas, sin tabúes, sin presión, sin posesión...sin convertir un elemento tan puro en un mero objeto de rutina y de anhelos simples.
No hay que olvidar que debemos repartir todo el amor que derrochamos con todo aquello cuanto nos rodea, como lo hacíamos antes, como lo haremos siempre...dejar fluir las cosas a su ritmo y seguir con nuestro universo, sabiendo que podemos compartirlo cuando queramos para seguir alimentando esa llama.
Deberíamos tener en cuenta que al encauzar todos nuestros sentimientos hacia alguien le sometemos a una gran presión, con esto no quiero decir que esta persona se encuentre presionada, (de hecho no tiene por qué darse cuenta tan siquiera). Lo que ocurre es que en nuestra cabeza y en nuestro corazón nosotros mismos recreamos esa presión, esa forma de amor, a nuestro modo, a nuestro parecer... Y claro, es realmente imposible que inconscientemente nuestro amado reaccione o actúe, sienta y piense de la misma forma que nosotros nos lo imaginamos en nuestro subconsciente... Es imposible que sus sentimientos se desarrollen a la misma velocidad y con el mismo grado de acción que los que revolotean dentro de nuestro estómago...
Y es aquí dónde reside la frustración, es aquí donde existe el dolor, la pesadumbre, el desvelo, EL MIEDO.
Todo esto ocurre porque nos olvidamos del resto de las cosas que nos aportaban felicidad antes de que todo comenzara. Es lógico pensar que una vez encontrado el amor no se necesita nada más...Pues no, eso es un gran error. Lo bonito del amor no consta sólo de lo que dos personas desean en un determinado momento, no es un dar y recibir. No debe existir un grado de posesión, una materialización. NO, rotundamente NO. Lo bonito del amor, a mi humilde parecer, es mucho más que eso... Sobretodo es incentivar a una persona para que ésta desarrolle su propio prisma amoroso hasta el punto en el que resulte brillantemente único, hasta que llegue compartir lo mejor de sí mismo. Sin trabas, sin tabúes, sin presión, sin posesión...sin convertir un elemento tan puro en un mero objeto de rutina y de anhelos simples.
No hay que olvidar que debemos repartir todo el amor que derrochamos con todo aquello cuanto nos rodea, como lo hacíamos antes, como lo haremos siempre...dejar fluir las cosas a su ritmo y seguir con nuestro universo, sabiendo que podemos compartirlo cuando queramos para seguir alimentando esa llama.
Cada uno debe ser como quiera ser, pero siempre debe ser lo más brillantemente posible. Ahí esta la clave. (la llave, el código)
Abre la puerta.
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