lunes, 27 de diciembre de 2010
Quizás es que pueda ser un globo. Un gran globo aerostático que se va desinflando conforme pasan los días y las amarguras van haciendo mella en su superficie de tela coloreada. Los malos entendidos, los pesares del corazón, los miedos, las dudas, las desilusiones y hasta el orgullo, se convierten en lanzas que se disparan con una fiereza incontenible sobre el frágil caparazón... y consiguen que todo el aire, todas las esperanzas, las ilusiones, los sentimientos, los sueños y las sonrisas poco a poco vayan escapando a través de esos pequeños agujeros hasta que su interior queda prácticamente vacío. Y se queda en nada y por mucho que yo intente elevarlo del suelo no consigo separarme ni tan siquiera unos escasos centímetros...pero lo intento, lo intento, y conforme más lo intento lo único que consigo es agotarme. Y me enfado conmigo misma, me entra tal rabia que empiezo a rasgar con una gran navaja de melancolía todas las telas con furia. Sacrifico los pocos retales que me quedan en un intento desesperante. No consigo nada. Sólo me enredo con los pedazos intentando encontrar aquellos que todavía contienen un soplo de algo interesante que aún se pueda reutilizar. Me desmayo. Me agazapo entre las ruinas de mi mausoleo obsoleto.
Pero de repente encuentro un hilo y una aguja. Una fuerte cuerda y un montón de remaches y de pegamento. Y poco a poco empiezo de nuevo a recomponer mi desastre. Y una fuerte tormenta de aire hace el resto. Una inyección de adrenalina procedente de las nubes, del norte, del sur, del este, del oeste. Mi brújula se vuelve loca... y en cuestión de instantes mi globo luce radiante a miles de pies sobre el suelo. Y yo lo observo. Y lo miro, y me digo: Joder, por qué razón quisiera yo volver a romperlo, por qué razón quisieran ellos volver a romperlo... Sé que lo volverán a hacer, lo sé seguro. Pero ésta vez me he asegurado de incluirle una doble capa de seguridad para que las lanzas no puedan traspasarlo tan fácilmente,...al final lo harán, como siempre. Pero esta vez está más protegido... aunque estoy segura que si las lanzas no consiguen estropearlo, existirá otra clase de artillería que destroce nuevamente mi querido monumento, mi alma. Que tan fuerte es en algunas ocasiones y que tan frágil e infinitamente débil es en tantas otras.
Ahora es tiempo de alzar el vuelo.
Y allí entre las nubes, con mi saco lleno de fuerza y las provisiones de positivismo que me inundan por los cuatro costados me siento invencible. Me siento poderosa. Y si bien tu quieres subirte conmigo en este nuevo viaje que emprendo, te daré la bienvenida y te guardaré un espacio para que puedas convivir entre millones de retales de colores que he ido acumulando y que lucen esplendorosos... pero si bien no quieres alzar el vuelo a mi lado, por favor, avísamelo con tiempo...no puedo estar subiendo y bajando todo el día esperando la ocasión en la que por fin decidas formar parte de este viaje. Es agotador. Deberías comprenderlo. Pero tampoco quiero ponerte en la encrucijada de esperar a que te decidas. Tienes que venir por ti solo. Tienes que ser tú el que me lance señales desde el suelo. Tú.
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