miércoles, 18 de noviembre de 2009

Y aquí estoy yo. El abrigo sobre las piernas y un cuaderno a medio terminar. Tengo ganas de que se acabe, pero tengo que tener paciencia, porque todas las cosas no se pueden dejar a medias, todas no.
A mi lado hay un señor mayor, creo que tendrá unos 83 años, está sentado en el borde del banco y me da miedo que resbale y acabe en el suelo, pero me supongo que si él ha elegido esa postura es porque estará cómodo y debo respetar su decisión. Quizás desde esa posición tan tensa le es más fácil salir corriendo en caso de que vea algo que no le parezca que está bien, salir corriendo para solucionarlo, no salir huyendo acobardado, un vigilante terrenal. Sí, él es un super-héroe con bastón de madera de roble y empuñadura de latón, chaqueta de lana azul marino y mocasines de tela marrón. Siempre preparado para la acción.


(...)


Lo cierto es que me produce mucha curiosidad, no sé, respira de forma descompasada y parece una vieja locomotora. Tiene el pelo canoso y muy cortito, la nariz afilada y los ojos muy chiquititos, un poco hundidos, creo que son claros pero no puedo asegurarlo. En la mano tiene un pañuelo azul y beige que dobla una y otra vez sin parar. Llevo un rato observándole, sí. Tanto, que al final se ha dado cuenta y se ha girado a la izquierda como si quisiera evitarme. Luego se ha girado a mirarme y yo le he sonreído, con una sonrisa que quería decir “¡Hola!” aunque de mi boca no haya salido ni un susurro. Cambiando su semblante serio y vigilante me ha contestado con un “ ¡Hola maja,! qué, ¿dibujando?”. Y yo con una sonrisa enorme, de esas de oreja a oreja le he contestado “Qué va. Estoy escribiendo cosas para pasar el rato, que hace muy buena mañana y así aprovecho”. Sin dejarme terminar casi la frase me ha soltado un “¿Pasar el rato? Ya tendrás tiempo de pasar el rato cuando seas un viejo cascarrabias como yo. Ahora lo que tienes que hacer es levantarte e ir por ahí con tu amigo a tomar un vermut “. Ante mi cara de asombro ha continuado, “ La vida son tres frases y tres puntos suspensivos, hay que disfrutar mientras se puede y por lo menos tú no necesitas de una tercera pierna que te sustente, así que corre y baila”. Yo me he limitado a sonreír, porque no sabía que decirle, pero quería demostrarle que me parecía muy interesante todo aquello que me estaba contando y creo que mi esbozo ha sido entendido como un “ Cállese ya, viejo pesado, paso de lo que me cuente y de sus historias”, todo lo contrario a lo que venía pensando, como me pasa siempre, todo lo contrario. Así que él ha bajado la cabeza, se ha levantado del banco y se ha acomodado la camisa dentro del pantalón, ha dado media vuelta y se ha largado sin decirme adiós. Todo esto ante mi incrédula mirada que sólo ha sido capaz de espetar un cortito “Hasta luego...”.

Y allí me he quedado yo y aquí sigo. Incrédula. Pensando en cómo es posible que últimamente todo se me entienda del revés. En los malentendidos, mi estado de ánimo, en mis peripecias y mis paripés. Es increíble. ¿Ya no hay super-héroes que valgan?
Nadie vale nada, todo el mundo piensa que está en lo correcto y no, todo el mundo se equivoca, todo el mundo se equivoca, todo.


Me pesa el ombligo.







Me voy a encender un cigarrillo para quemar demonios.






O dos.
O tres.
Y qué más da.

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