Esto no es ni la quinta parte de lo que transcurre por mi cabeza a lo largo del día. Sólo son fotogramas. Ni soy tan variable ni tan constante. Sólo muestro sensaciones y estados de ánimo espontáneos. Instantáneas de pensamientos y retales de sensaciones. No hay que unirlas con líneas rectas, sino con curvas. De esta forma es más fácil comprenderme. O tal vez no. No es que sea demasiado retorcida. A veces tengo ideas brillantes y otras tantas (muchas más) tengo ideas de mierda. Me gusta jugar, crear controversia. Me gusta perderme entre juegos de palabras y adivinar texturas con los ojos cerrados. Prefiero que me valoren por mis acciones y mis deducciones que por mi par de zapatos rojos. Puedo regir y puedo someterme. Puedo hacer lo que me venga en gana. Puedo ser genial o simple. Puedo. Puedo inventar mis propias historias y recrearme con ellas. Es lo que hago siempre. Me gusta estimular a las mentes. Me gusta, en definitiva, jugar. Podría estar jugando todo el día... Y me da absolutamente igual que me tachen de chiflada o de inmadura por el mero hecho de intentar ver la vida con otros ojos. No me da la gana ahogarme en medio vaso de agua. No quiero. Sólo intento buscar la forma en la que las cosas son menos cosas y son más sensaciones. Son más de los cinco sentidos. Más de pelos de punta, de mariposas en el estómago, de miradas perdidas, de frío y ardor, de melodías inacabadas y de sabores dulces. Y no tengo límite. No intentes buscarlo.
Soy lo que soy.
Y me encantas, demonios.
Soy lo que soy.
Y me encantas, demonios.
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