Han pasado siete veranos, siete. Y ya no sé si debo echarte la culpa de todo o de nada. No sé dónde estás, nunca lo he sabido ni nunca lo sabré y ya casi ni recuerdo tu nombre... Creo que en algún momento de rabia emocional lo tiré a la hoguera de los desórdenes, porque ya se sabe, cuando todo se define en caos lo mejor es quemarlo y volver a empezar de nuevo. Pero mira tú, por esas casualidades del destino hoy has vuelto a encontrarte dentro de mi memoria a corto plazo, en el puñetero hipocampo de mi cerebro. Me pregunto qué hubiese sido de mí si tú no te hubieras paseado por mi vida durante ese par de meses. Me pregunto por qué llamaste a mi puerta y por qué el destino quiso enredarme en un bucle de confusión y de desarme visceral con tu leve sonrisa inocente. Pero bueno, que ya no tiene mayor importancia. Ya me da lo mismo, hay días en los que no tanto, pero mira, ya está hecho y ya no tiene vuelta de hoja. Ya de qué sirve reincidir en la yaga profunda que causaste en mis vísceras. Paso. Ya has pasado de ser algo importante en el transcurso de mi vida a ser una mera peripecia más, una batallita, pero una de esas que no se pueden contar porque si se rememora causa estragos. Y ya lo estoy haciendo de nuevo, de nuevo HOY. Y hoy no es el día perfecto como para que te vuelvas a entrometer en los asuntos de mi infantil mediocridad, bastante tengo ya en la espalda y en el cuello y en mis ojos rojos. La jornada se ha tornado opaca así casi sin pensarlo, sin darme cuenta. No puedo llegar a comprender cómo un té con hielo y con sonrisa en una terraza se ha convertido en un vaso de leche insípido sentada delante de mi escritorio. Cómo y por qué, pero sobre todo desde cuándo. Cuanto hace que no me doy cuenta de que las cosas se ven de forma distinta cuando miras a través de un caleidoscopio y mucho más si encima cierras los ojos de vez en cuando por simple dejadez o por pura comodidad. Si reúno todo y lo analizo la única conclusión certera me conduce a pensar que soy gilipollas, pero no, yo no soy gilipollas, yo creo que soy muy inteligente, o no sé, por lo menos lo intento aunque está visto que fracaso en el empeño. ya sé! Soy una gilipollas inteligente, bueno no, mejor inteligente gilipollas, que creo que queda más decoroso. Es igual. Bueno, para la próxima espero que me presten un caleidoscopio de esos para poder observar lo mismo al mismo tiempo, a ver si así ya me entero y puedo reaccionar de formar eficiente y así por lo menos no lastimarme, que ya van unas cuantas. ¡Por favor! ¿alguien me puede decir dónde venden esos artilugios tan maravillosos? ¡Yo quiero uno! ¡dejadme mirar a través de ellos, dejadme!... es que si no luego pasa lo que me pasa, que me hago bucle de desavenencias y estoy muy harta. Ya me canso de estar siempre analizando cada cosa que digo por si hay algún doble mensaje invisible escondido en cada palabra que vomito... a ver, hay veces que sí que lo hago, pero creedme, la cabeza no me da para hacerlo siempre y mucho menos si lo que trato es engañar a alguien con sentimientos volátiles, de esos que hacen ¡plaf! y se esfuman así, de repente, cuando ya me he aburrido. Yo no sé mentir, se me nota, se me pone la cara roja y esas cosas. Así que repito, ayudadme a conseguir un aparato por el cual observarlo todo más claro o con la misma intensidad con la que los demás me observan. Me vendría muy bien.
Hala, ya me he liado la manta a la cabeza. ¡viva! si no se entiende nada es lógico, yo tampoco lo entiendo.
creo que ya tienes uno... sólo tienes que dar vueltas a su prisma... o no darle tantas, no sé...
ResponderEliminarme encanta cómo escribes y cómo te desahogas en cada párrafo... es como muy cercano todo, o no...