domingo, 29 de marzo de 2009

No estamos preparados


Desde pequeños nos han inculcado la doctrina de la vida, la ilusión por vivir, por crecer, por amar y por respetar la vida de los otros. Con la idea de que todo debe existir, todo, desde que se revela como una mólecula hasta que se constituye como un sujeto que siente, que florece y que respira. Tenemos la necesidad innata de amar y de sentirnos amados, de mostrar nuestros sentimientos de forma palpable; ya sea con un beso, con un abrazo o con unas palabras de apoyo. Y lo hacemos, en parte, para que a su vez, el otro sujeto nos demuestre lo mismo, de manera recíproca, " yo te amo, tú me amas" suena egoísta, pero es así... Pero el dilema existe cuando éste sujeto falta, cuando la muerte se manifiesta... Nos derrumbamos y nos trituramos la cabeza con recuerdos y con sentimientos de abandono, melancolía y tristeza. Nos abruma la muerte. ¿Y todo ésto por qué? Pues porque no estamos preparados para ella, porque nadie nos ha enseñado a afrontar la pérdida de algo querido, porque nadie ha sido capaz de mostrarnos una vía correcta para suplir o rellenar el vacío de sentimientos que se muestra después de la calamidad. Y en cierto modo, nunca va a poder recubrirse con algo ni tan siquiera similar ( porque cada sujeto es único e inigualable en el tiempo y en la distancia). Tampoco debemos hacerlo, pero tenemos que comprender que la vida sigue, que es muy fácil decirlo y que conseguirlo es muy complicado, pero es verdaderamente necesario. Y que justamente en ese momento es cuando más energía debemos derrochar en intentar continuar de la mejor forma posible, en repartir todos esos sentimientos que nos quedaban por regalar al resto de los seres que nos rodean, en vez de guardarlos y etiquetarlos en unas cajas de cartón.
Ocultarlos es un desperdicio y la vida es demasiado corta como para malgastarla viviendo de recuerdos pasados y de tiempos distintos. Hay que reconstruirse personalmente y contemplar y disfrutar las cosas que en estos precisos momentos podemos experimentar, saborear y sentir. Y sentirse pleno porque en el fondo sabes, que alguien estará observandote y se sentirá muy orgulloso de tí. La muerte nos enseña a ser un poco más humanos.

2 comentarios:

  1. Uf. Y no puedo decir nada más.

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  2. No hace mucho escribí algo parecido. Bueno, algo que al menos tocaba un poco los temas de los que hablas. Desde pequeña me ha atormentado la idea de la muerte, el miedo a morir y que mueran los que están a mi alrededor, qué pasarían en alguno de estos casos.
    También hablas del desamor.
    Creo que todo esto es necesario. Las heridas luego se cicatrizan. Al principio sangras y duele demasiado. Después escuece cuando se va curando. Y siempre quedará la marca, la cicatriz para que no lo olvides.
    Así todo el dolor te enseña algo y siempre estará ahí.
    Todos son pasos para nuestro fin último. La eudaimonía.

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