jueves, 26 de noviembre de 2009

Relato de la chica del disfraz.

Relato de la chica del disfraz.


"Ella deseaba con fervor llegar a casa para despojarse de su fastuoso disfraz de conformidad, optimismo e ignorancia. Una vez allí se vestía de fuerza, análisis y pragmatismo arrogante, de mujer contemporánea, de la misma forma que uno llega y se pone la bata y las zapatillas de casa, para estar mas cómodo. En su soledad de libros y recortes, de fotos y toneladas de ropa era feliz, era ella, no debía interpretar ningún papel. Y no le importaba nada más. No le importaba repasar mentalmente su transcurso diario durante horas, hasta bien entrada la madrugada, para contemplar su obra desde una perspectiva bien amplia, como de director de orquesta. Desde su puesto de alto mando todo se divisaba mejor, incluso adivinaba los perfiles de aquellas discordancias que ocasionaba entre su medio, que no eran pocas, y una vez reconocidas, las archivaba y clasificaba por sílabas. Cerraba la carpeta.

Poseía ese don, medio divino medio terrenal, de la observación. Su naturaleza práctica y su tremendo desdén por lo visceral la convertían en extraña presa, su inteligencia reconocida en el tribunal de la educación de nada le servía en el juicio de su vida, aquellos años de matrículas y de reconocimiento pasaron, porque ella se dejó llevar, como siempre, y lo único que le salvaba de su incoherencia era, precisamente, ese nivel intelectual que siempre había mantenido en secreto, que siempre había disuelto con guiños, terquedades y ejemplos de comportamiento infantil,( pues era más fácil pasar de lista a tonta, que de tonta a lista). Y quizás también le aterraba la idea de convertirse en un número y un elogio, pero conquistó la razón... Apartó los libros y aterrizó en la vida desorientada, desnuda, con un caparazón de cristal irrompible y caótico.

Entre tanto se descubrió a los placeres carnales de una manera un tanto imposible y otro tanto inconsciente, en una espiral de ambigüedades y de distorsión noctámbula. Era difícil definirla, era volátil, risueña, y cabalgaba siempre entre los límites de la psique y el argumento. Le encantaba cometer fallos, renegaba de la fácil condición de ser humano, confrontaba sus sentimientos para conocer en sus propias carnes el dolor de la frustración, de la humillación, de la falta de dignidad..., por aprender, por saber de qué le estaban hablando cuando alguien le mencionaba algo acerca del dolor, como si rebuscara entre los tomos de su propia enciclopedia, hasta llegar a la definición. Curiosidad conducida hasta los límites de la desesperación.

Le encantaba jugar y ponerse a prueba, llegar a la línea de meta y luego volver hacia atrás, entremezclarse entre los jugos de la banalidad y lo extraordinario. Nadie la conocía, ni tan siquiera sus más allegados..., podían intuirla, quizás, pero nadie la conocía realmente, ella en el fondo tampoco. Alguna vez intentó despojarse de su disfraz, sin parecer lo suficientemente insensata e ignorante, sin parecer más especial que nadie, sin pensar que en el fondo también todo era una apariencia, una careta más. Pero sus intentos fueron en vano, no podía convertir lo ordinario en espectacular y se decepcionó.

Tomó una decisión y siguió jugando a la ingenuidad pasiva, que no conlleva riesgos ni temores, que resulta francamente aburrida y agobiante, sí, era más incómoda, pero todavía no había encontrado el lugar idóneo donde despojarse de su disfraz sin que no se sintiera abrumada y frágil. Ni lugar ni persona.

Le encantaba disfrazarse, se sentía poderosa. Le gustaba percibir que nadie podía saber de ella, por mucho que algunos se empeñasen en afirmarlo, puesto que ni tan siquiera ella lo sabía, sólo lo justo como para poder aprovecharse de ello. Lo justo como para crear el patrón de un nuevo disfraz."

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