lunes, 5 de abril de 2010

La belleza


Me alegra reconocer que la sociedad poco a poco está reconstruyendo sus ideales a modo introspectivo. La belleza y sus cánones, la vida y sus miserias. Fuera el culto al cuerpo. ¿Qué demonios nos creemos que somos, figuritas de porcelana? ¿Estatuas de sal estáticas, inertes y carentes de fundamento alguno? ¿Para qué luchar contra el paso del tiempo, si es el tiempo el que nos hace más humanos, más sabios y más comprensivos? Reniego a someterme a una encuesta de valores físicos, la humildad y el saber estar no se mide con la talla de un pantalón; la elegancia y los buenos valores no se tallan con un sujetador, ni con un número de pie, ni tan siquiera con una marca de altura en la pared. Hay mucho más, hay muchísimo más. 
Existe la sutilidad, los gestos, las miradas, los ademanes, las sonrisas cómplices. Ahí está la verdadera belleza. Un caminar acompasado, una caricia, un pestañeo... Todas esas pequeñas cosas que derrochan encanto por los cuatro costados. Atractivo sutíl, lindeza que se conserva hasta el final de nuestros días. 
Una palabra, un abrazo, un gesto de amabilidad, un te quiero, un pensamiento volátil, una idea, un sueño erótico, una ofrenda... un síntoma de belleza interna que se somatiza por los cuatro costados y hace de las personas una paleta de colores sublimes que armonizan todo cuanto hacen, que brillan con luz propia. Aquí reside el carisma. Aquí yace la verdadera belleza, esa que no se toca pero se siente. Esa que no necesita tacones ni escotes de vértigo ni maquillaje a toneladas, esa que no precisa faldas cortas para imponerse ante los ojos de los demás y lucir pletórica. 
Aquí estamos y quizás así relucimos (pero sólo para aquellos ojos que saben ver más allá de la imagen que refleja al otro lado de su retina).
Buenas noches.









(yo no necesito artilugios, sólo necesito argumentos)

2 comentarios:

  1. ¡Has cambiado el diseño del blog! Ya estaba acostumbrada a tus fotos y a tus juegos de palabras. Así está también muy bien, me gusta.
    Es divertido leer la vida de los demás e intentar imaginártela, aunque lo que escriban puede que sea mentira, eso nunca se sabe. De todas formas, un placer leerte.

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