lunes, 17 de noviembre de 2014

Entonces







(…) Pero claro, yo le tenía ahí delante, a la distancia prudencial imaginaria que crea una mesa de mármol blanco con dos tazas de café. Ahí estaba él explicándome no se qué historias de no se qué tema. Yo que sé, yo llevaba ya unos minutos que no le escuchaba y sólo me limitaba a emitir ruiditos de “aham” y asentir con la cabeza. (Lo mismo pensó que era lerda, normal, yo lo habría pensado). Yo estaba a otras cosas, hacía rato que estaba ya pensando en otras cosas desde que le sostuve la mirada a los ojos durante más de cinco segundos (cinco ETERNOS segundos). Yo estaba debatiéndome sobre cómo tenía que besarle y que estaba claro que ahí nadie movía ficha y que el cuento ese de esperar a que fuera el hombre el que daba el primer paso.., pues mira no, a estas alturas del panorama no, a ver si se iba a imaginar que había llegado hasta ahí sin haber sido una valiente, sin sufrir ni arriesgar nunca nada… De eso nada, majo. Así que yo le miraba: la boca, los ojos, los labios, la mirada, arriba, abajo, arriba…No se enteraba, nada, imposible. (Entonces debió pensar que estaba loca y que tenía un problema ocular, astigmatismo quizás). Por suerte, en uno de esos tontos acercamientos, que no sé si fortuitos o forzados, logré cogerle de la mano y taparle la boca. ENTONCES. Entonces me dije: ¡Venga valiente, venga! Y en un arrebato le planté la boca y le besé. Después él me besó. (eureka!) Y luego le mordí, por si no le había quedado lo suficientemente claro. (Y mientras en mi cabeza sonaba alguna canción, pero no me acuerdo. Y también me salió un cartelito que ponía “PRECAUCIÓN peligro de enamoramiento”, pero a ese tampoco le hice demasiado caso, MAL). Y blablabla (…)






Ales. 

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